El agua me envuelve como un abrazo cálido y reconfortante mientras desciendo lentamente en las profundidades azules del océano. Cada movimiento que realizo es deliberado y consciente, y cada sensación se amplifica en este entorno único. Sin embargo, es mi respiración la que realmente domina mi conciencia en este momento, un ritmo constante y profundo que resuena en todo mi ser, como un latido que me conecta con el agua que me rodea.
Inhala. Exhala. Inhala. Exhala.
El sonido de mi respiración a través del regulador se convierte en una melodía hipnótica que llena el espacio a mi alrededor. Es como si el océano mismo estuviera respirando conmigo, en perfecta sintonía, creando una armonía entre mi cuerpo y el vasto mundo acuático. Con cada inhalación, siento cómo el aire fresco y puro llena mis pulmones, expandiendo mi pecho contra la presión del agua que me rodea. Es una danza delicada entre mi cuerpo y el mar, un intercambio de energía que me hace sentir viva.
A medida que me sumerjo más profundo en este mundo azul, la sensación se intensifica de maneras que nunca había imaginado. La presión del agua abraza cada centímetro de mi piel desnuda envuelta en mi neopreno apretado como un guante, como miles de dedos que acarician suavemente mi cuerpo, sintiendo mi vagina vibrante, brindándome una intimidad que nunca había experimentado en tierra firme, ni siquiera cuando me acostaba con mi novio.
Aquí, en este mundo silencioso y azul, me siento más conectada con mi cuerpo que nunca, como si cada célula estuviera en perfecta armonía con el entorno.
Inhala. Exhala. Inhala. Exhala.
La respiración controlada y rítmica comienza a afectar mi mente de maneras sorprendentes. Con cada exhalación, siento cómo la tensión abandona mi cuerpo, como si cada burbuja de aire que escapa de mis pulmones se llevara consigo mis preocupaciones y ansiedades. Mis músculos se relajan, mi mente se aquieta, y es como si estuviera en un estado de meditación profunda, pero intensamente consciente de cada sensación física que me rodea. Este estado de calma me permite explorar mis pensamientos y emociones de una manera que rara vez puedo en la superficie.
A medida que nado, el agua fluye alrededor de mi cuerpo como seda líquida, envolviéndome en su abrazo suave y envolvente. Cada movimiento se siente como una caricia sensual, siento una frotación intensa en mi sexo, que nunca había sentido antes, también, una conexión íntima con el entorno que me rodea. La resistencia del agua contra mi piel crea una fricción deliciosa que enciende nervios que no sabía que existían, despertando una sensibilidad que me hace sentir más viva que nunca. Es como si el océano mismo estuviera explorando cada curva y contorno de mi cuerpo, revelando una nueva dimensión de placer.
La respiración constante y profunda comienza a crear una presión en mi bajo vientre. Es una sensación que crece lentamente, como una ola que se construye en la distancia, preparándose para romper, la misma sensación escalonada que siento cuando me masturbo diariamente. Con cada inhalación, la presión aumenta, llenándome de una energía vibrante. Con cada exhalación, una oleada de placer recorre mi cuerpo y entra en mi sexo de lleno, como si el agua misma estuviera respondiendo a mi respiración, creando un ciclo de energía que me envuelve, mis ojos se cierran, mi cabeza gira de un lado a otro, mis burbujas aumentan... estoy gimiendo de placer, y no quiero parar.
El agua fría acaricia mi piel expuesta, enviando escalofríos de placer por mi columna vertebral. La sensación contrasta maravillosamente con el calor que se acumula en mi centro, creando una dualidad embriagadora: frío y calor, presión y ligereza, control y abandono. Es un juego de sensaciones que me envuelve y me transporta a un estado de éxtasis acuático, donde cada elemento se combina para crear una experiencia única, el roce sensual de mi clítoris en el neopreno rinde sus frutos, mi respiración se agita, cierro con fuerza mis ojos, no me puedo contener, el orgasmo me atrapa intensamente, trato de seguir nadando pero cada vez que lo hago mi clítoris se roza más intensamente, sintiendo mi vientre vibrar como nunca antes, me dejo llevar, no deseo que esta sensación intensa se acabe, me quedaría aquí por siempre.
Inhala. Exhala. Inhala. Exhala.
Floto en este espacio entre mundos, suspendida en el azul infinito. El tiempo pierde significado en este lugar; no hay prisa, no hay preocupaciones. Solo existen estas sensaciones: el agua que me rodea, la presión en mi cuerpo y mi vagina, y el ritmo agitado de mi respiración. Es un momento de pura conexión, donde cada elemento se une para crear una experiencia trascendental, siento estremecerme, es una sensación de placer tan intensa, va más allá de un simple orgasmo.
A medida que continúo mi descenso, me doy cuenta de que cada burbuja de aire que exhalo se convierte en parte del océano, como si estuviera compartiendo un pedazo de mí misma con el mundo que me rodea. Este acto de respirar se transforma en un ritual, un intercambio sagrado entre mi ser y el vasto océano. La vida marina comienza a aparecer a mi alrededor, y cada criatura que encuentro parece unirse a esta danza de respiración y conexión.
Inhala. Exhala. Inhala. Exhala.
La presión en mi vientre y mi vagina se intensifica, y con cada respiración, siento cómo me acerco a un estado de éxtasis demasiado intenso. Es un momento de pura entrega, donde me permito ser llevada por las corrientes del océano, confiando en que el agua me sostendrá. En este estado, me doy cuenta de que la verdadera libertad se encuentra en la entrega, en el placer, en dejar ir el control y permitir que el océano me guíe a un placer infinito.
Finalmente, me encuentro en un lugar de paz y placer en plenitud. La respiración que trato de calmar, se convierte en mi ancla, un recordatorio constante de que estoy viva y presente en este momento. En este viaje íntimo hacia el éxtasis del orgasmo, he descubierto no solo la belleza del océano, sino también la profundidad de mi propia conexión con la vida. Aquí, en este mundo azul, después de un fuerte clímax que sacudió mi cuerpo, me siento completa, y el océano se convierte en mi hogar. Como ávida buceadora, espero seguir masturbándome en cada inmersión, porque lo necesito, se ha vuelto una pasión que nunca antes había vivido, y que deseo repetir pronto.
FIN